Un jueves vespertino cualquiera, en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid, de pronto un joven profesor que imparte una de sus clases magistrales de Periodismo sobre Documentación y Biblioteconomía te hace despertar del sueño profundo en el que te hayas inmerso. Habla de un tal Emilio Romero, de la localidad de Arévalo. Se me abren los ojos y enseguida, el aquí presente, se ve obligado a demostrar lo poco que sabe sobre este personaje. Antepongo que, orgullosamente, es mi paisano. El facultativo, en un haz de ironía, comentó: “Uf! Hace que no voy a Arévalo… ¡Por lo menos 7 meses! Habrá que hacer una visita dentro de poco. Buen cochinillo hay, sí señor. Qué suerte tiene usted de pertenecer a tan noble ciudad que ha visto crecer a tan viles caballeros”. Yo, con ganas de terminar la conversación que se gestaba en la clase, concluí: “Y qué poco lo valoramos nosotros… Solo una avenida y un busto de una aleación de cobre y estaño”. El catedrático añadió: “¡Qué gran verdad! Sigamos pues, no podremos cambiar nada”.
Emilio Romero fue un poeta, escritor y periodista que nació un día de verano de 1921 en la ilustre Plaza del Real de Arévalo. Estudió Magisterio y comenzó Derecho aunque no terminaría leyes porque decidió dedicarse al periodismo. Con apenas 23 años fue nombrado director del diario La Mañana, y dos años después de Información. Se casó con María Josefa Montalvo. Fruto de su amor nacieron 3 hijos, entre ellos la conocida periodista Mariví Romero, considerada primera crítica taurina de la historia.
Fue también columnista de As, Informaciones, Interviú, El Periódico de Catalunya y ABC. Dirigió la emisora local de Alicante y fue tertuliano de Radio Nacional y la Cope. En 1945 fue designado jefe de la Sección de Prensa Nacional del régimen franquista y unos meses más tarde asumió la jefatura de Orientación Política de la Prensa, desde la cual se censuraron numerosas publicaciones de la época. En la primavera de 1946 ingresó en la redacción del diario Pueblo como editorialista político, pocos años después pasaría a ocupar la dirección de este periódico, segundo diario de más tirada de los años 50. Pese a ser una publicación de propiedad del sindicato vertical, y a pesar de ser considero un periódico conservador, se introducían disimuladamente ideas contrarias al régimen. Este periódico formó a una generación de periodistas tales como José María Pérez, Arturo Pérez-Reverte, Jesús Hermida, José María Carrascal, Rosa Villacastin, Manuel Marlasca, Rosa Montero y Forges, entre otros. Desde las páginas de este diario patrocinó a tres generaciones de periodistas, a los que siempre defendió a capa y espada contra cualquier tipo de crítica por parte del poder, incluso contra ministros del régimen franquista; en contraprestación, pedía a los periodistas que fuesen todoterrenos.
Sus logros no lo fueron todo. Tenía una personalidad muy fuerte, un estilo muy definido. Emilio Romero se caracterizaba por su agilidad mental y su estilo de palabra ajustada, incisiva y mordaz. Amaba la polémica y fue respetado y a la vez odiado por la derecha e izquierda política a causa de su talante independiente.
La gran lacra que arrastró, y que sigue arrastrando tras su muerte, fue su vinculación con un régimen poderoso en sus primeros años y una disidencia de un poder derrotado en sus últimos coletazos.
Se ha especulado con que Emilio Romero pudiera haber sido uno de los autores intelectuales del intento de golpe de estado del 23F, ya que días antes del golpe publicó un artículo en ABC en el que criticaba duramente al también abulense, Adolfo Suárez, y defendía la necesidad de 'un golpe de timón' proponiendo al general Alfonso Armada como posible candidato a Presidente del Gobierno.
Hay una cosa que me inquieta, que me perturba de su personalidad. Hay una muestra de ingratitud que me hace ser grato con esta persona. Quizás me gustaría ser como él, o quizás le admire por su vocación periodística, pero lo cierto es que, en cierta forma, yo también soy Emilio Romero. A pesar de estar viviendo en una ciudad diferente, ansío los viajes a la ciudad que me vio nacer. A pesar de los tiempos en los que vivimos, siempre luchamos, no tanto por nuestros intereses, sino por el bien de los que nos rodean.
Le admiro, por ser un maestro del periodismo, un grande de la literatura de los 80 y, lo más importante, por ser uno de mis paisanos que sigue mirando con cabeza altiva en la Plaza del Real orgulloso de seguir estando en su ciudad.
Emilio Romero sigue vivo, en sus historias, en sus libros, en sus artículos,… en Arévalo.
A la pregunta que le hizo un periodista: “¿Qué le ata a Arévalo?”, Emilio miró al frente con anhelo y dijo: “Mi nacimiento, la gratitud de mis paisanos y el orgullo de mi Arévalo amado”.
Aletea frágil y tímida la triste gaviota,
Que sin saberlo vive del mar
Y en su corazón palpita una historia,
Que ya no quiere contar.
En las noches de soledad y heladas madrugadas,
Hace un pacto con la Luna para que la proteja,
Y en su lado más tierno se alía con las demás gaviotas
Para contar el odio que tiene a alguien que antes la corteja.
Al salir las lágrimas resguardadas, le hielan la cara,
Mas ella piensa que no muere de pena,
Que lo que ella siente el aire lo para,
Que ese dolor se olvida con otra persona ajena.
¿Dónde vas, triste gaviota, sin curar las heridas de tu corazón?
A buscar un nuevo lugar, donde encontrar un amor eterno.
Y allí se va, sin despedirse, para buscar una nueva misión,
Para encontrar un calor en aquel triste final de invierno.
Pasan los días, pasan las horas, volando sobre el mar,
Y al encontrar la costa no quiere parar,
Porque su camino no ha terminado,
Todavía no ha encontrado el lugar donde empezar,
Porque sabe que aún la pueden encontrar,
Está demasiado cerca de su pasado
Del que la hizo callar al principio con un beso,
Y con un golpe al final.
Llorando la triste gaviota,
Buscando un principio por el que volver a soñar,
Utilizando las fuerzas de un mismo nombre.
El nombre de la voluntad para decir: NUNCA MÁS.
Dedicado a esas “tristes gaviotas” que han sentido miedo alguna vez y deben volver a aletear otra vez sus alas para soñar y que no la vuelvan a agredir con la palabra o la mano de aquel que no sabe hablar. Javier ANDRÉS GARCÍA
Es el momento de que dejes de leer esto, quién sabe cómo te sentirás después; si llorarás, si reirás, si enloquecerás de emoción... Es impresionante cómo otras personas nos marcan, quizás no para bien, pero gracias a ellas somos PERSONAS.
Recuerdo ese día, como si fuese ayer. Ahí va mi historia, yo ya te lo avisé, fuiste tú quien lo quiso leer.
Un día de primavera, en una ciudad de España, de cuyo nombre no quiero acordarme, me encontré con la persona que me dio lo que siempre había soñado. Quizás era yo, pero tenía frío, probablemente porque necesitaba tu calor. Y lo dejé todo atrás, sin pensar en nada, sin sufrir, sin llorar, sin sentir más que mi cuerpo en sintonía con el tuyo. Y ¿qué me dabas? ¡Nada! Eso es lo que más me gustaba... Que con tan poco, éramos felices.
Llegué en tren, y a pesar de ser una ciudad que no conocía, te fui a buscar, al fin del mundo si hubiese hecho falta. Y cuando te vi... ¡Dios mío cuando te vi! Volví a recordar por qué estaba allí. Te besé con tantas ansias que te hice daño. Fuimos a comer, y no comimos; nos mirábamos, sonreíamos, nos besábamos. Quién sabe qué avispa me habría picado...
Y nos recorrimos la ciudad, pero lo que más me importó es que estaba junto a ti. Te repetía una y otra vez: -”¿Y si me como esos ojos?” Tú bajabas la mirada. Dicen que los ojos son el espejo del alma, debe tener el alma más bonita del mundo.
Llegó mi hora de marchar, pero te necesitaba para siempre en mi vida, y quién sabe por qué, pero yo sabía que no te volvería a ver.
La estación, la hora punta, un minuto escaso para marchar, y se te caían las lágrimas. Te dije: “No me llores ¿eh?”, y me contestaste: “No, no te preocupes”. “No, qué va, si no estás llorando casi nada...” pensaba yo para mí mismo irónicamente. Te quedaste en el banco sentada, mientras se te caían las lágrimas una y otra vez. Se cerraron las puertas, el tren partió, y me quedé mirándote tras la ventana y las lágrimas empezaron a brotar como emana el agua de la fuente, sin prisa pero sin pausa.
Aquel último hálito que me diste, aquellas últimas miradas, aquellos últimos vestigios de lágrimas... Todo ocupó un espacio en mi corazón para siempre.
Hoy cumple un mes desde que te fuiste, desde que tus ojos se apagaron. Pasé unos momentos junto a ti inmejorables, hiciste que la vida fuese maravillosa, me diste todo. Pero he de decirte, que al irte me arruinaste la vida, me hiciste soñar contigo en las noches y en los días. ¿Por qué en ese momento? ¿Ahora quién es el que pide que las lágrimas no salgan?
Hay días que me levanto y deseo no haberte conocido nunca, deseo no haber sentido tanta alegría para quitármela de golpe y vivir cada día un infierno en la tierra.
Es el momento de que dejes de leer esto, quién sabe cómo te sentirás ahora; si lloras, si ríes, si enloqueces de emoción... Es impresionante cómo otras personas nos marcan, quizás no para bien, pero al menos me quedo con la sensación de que tú has sido lo mejor de mi vida y te dejé ir como viniste: como un ángel, como mi ángel.
No he tenido una infancia fácil, mis padres viajaban mucho y todavía me acuerdo cuando me quedaba abrazado a mi hermana enfrente de la ventana. Nos quedábamos mirando horas y horas como dos gatillos desvalidos y la decía a mi abuela: “¿cuándo vienen mis papás?” Ella me decía: “En unos días vendrán cariño...” Así pasé mi infancia, me acuerdo cuando llegaban mis padres y me traían regalos pero dejaba todo eso, no me importaban, les abrazaba y me ponía a llorar. Era el niño más feliz del mundo cuando ellos estaban, cuando jugaban conmigo, cuando intentaban pasar tiempo con nosotros...
En mi adolescencia sufrí bullying, duró poco más de un año, fue un infierno. Pero supe que debería hacer algo y cambié de ser ese chico marginado a ir con mis propios acosadores, esa etapa en la que mis antiguos “amigos” decían que era el 'enrollado'. Mientras tanto estudiaba y empecé a desarrollar mi pasión por todas las artes, en especial la escritura.
Poco a poco fui sacando mis estudios, llegué a la universidad. Empecé a estudiar Periodismo en Valladolid. Lo dejé con mi pareja, por la distancia principalmente. Hice muchos amigos en esta ciudad, comencé a vivir solo, me independicé de todo y de todos. Quise rehacer mi vida. En navidades conocí a una persona por una red social que físicamente no me atrajo mucho, pero vi su forma de bailar flamenco. Me impresionó, vi algo diferente, era una persona que quería conocer. Cada vez que hablábamos me gustaba más su personalidad, quería saber cómo era. Cuando volví a Valladolid, después de las vacaciones de navidades, tenía exámenes y el contacto fue más difícil. Nada más terminar la evaluación, en la última semana de enero, quedamos para conocernos y ver una película. Pero venía con otras intenciones, tiritaba del nerviosismo cada vez que me tocaba. Poco a poco fuimos quedando más y más, entonces se convirtió en una cotidianidad.
Llegó un 30 de marzo de 2010. Ahí empezó mi sueño, yo sentía que algo especial recorría mi interior. Preparé un pequeño juego en el que debías ir detrás de dos pistas y te regalé un anillo, igual al que tengo yo ahora mismo. Mi casa estaba preparada a conciencia, iluminada por las luces blancas de las velas. Al final del juego yo le esperaba, me traería el anillo solo si deseaba ser mi pareja. Me acuerdo que llegó con el anillo y me dio un beso que se me cayó una lagrimilla, yo le di un abrazo. No puedo definir con palabras ese momento tan mágico y especial. Pasamos nuestro primer mes con nuestros más y nuestros menos, pero siempre contentos, al menos yo. Un mes después preparé una noche en uno de los mejores hoteles de Valladolid. Todo era jodidamente perfecto. Compré una docena de flores, hice una poesía, la cual saldrá en el programa de Ferias de San Victorino 2011. Deshojé pétalos de rosa sobre la cama, compré fresas y nata. Todo para que fuese perfecto. Y como siempre nuestra canción nos acompañaba, la cual era testigo de nuestros mejores momentos. En esos momentos yo descubrí que mi vida eras tú, que no contemplaba un día sin verte o hablarte.
Y, como que no quiere la cosa, llegamos al presente. En un haz de sinceridad me dijiste que nuestra relación no tenía futuro, que no me querías, que aquellos 'Te quiero', aquellas caricias, aquellas palabras,... aquello no significaba nada. Todo era mentira. Mi alma se derrumbó, todo se había descubierto ante mis ojos. Fuiste la primera persona que no me importó su físico, me dio igual la diferencia de edad, las discrepancias que nos separaban... Yo sí que te amaba, y lo hacía con una fuerza sobrenatural que nunca había sentido. No tengo miedo a repetirlo: ¡Te quería más que a mi vida joder! Eras la razón por la que me despertaba y la razón por la que era tan feliz. Pero algo me olía mal, estaba claro, yo no había nacido para ser feliz. Lo que antes era luz ahora se volvió sombra, lo que antes era alegría ahora se volvieron sollozos, con lo que antes soñaba ahora tenía pesadillas. Todo cambió. En unos instantes.
Fue, probablemente, uno de los peores días de mi vida. Y lo que me queda... La escritura me ayuda a tranquilizarme, a serenar mis atormentados sentimientos. Horas antes estuve contigo y fue maravilloso, ¿por qué cojones lo tuviste que estropear? No quiero acabar con este sueño maravilloso... Veo las fotos en las que salgo contigo y por las que ahora no dejo de llorar, los momentos que pasamos en mi cama enredándonos con besos y caricias y que ahora no me dejan descansar, la parada de la línea 8 en la que te marchabas a casa ahora no me deja respirar. ¡Dios, han sido tantos momentos...! Y, aunque me duela, tendré que decir “Adiós”, porque tú no eres feliz conmigo, porque yo no lo soy sabiendo que no sientes nada por mí. Si estuviese en mi mano te iría a buscar al fin del mundo, pero ahora sé lo que es dejar a una persona a la que amas para que sea feliz con la persona que quiera. Nunca me había costado escribir tanto unas palabras, quizás porque nunca he estado así. Nunca había muerto con este sufrimiento que me ahoga y con el que no paro de llorar.
La Luna tiene tu cara, me lo ha dicho tu mejor amiga: la locura, la Luna se sienta a tu vera, me lo ha dicho un ser querido, la Luna tiene tu rostro, por el que yo ando perdido.
Me prometiste las estrellas y me quedé en Marte, me prometiste el sol y me ofreciste el cielo centelleante, te prometí enamorarte y nunca me pediste amarte, pues este amor es mi condena y tu cariño mi perdición, pero en el amor... en el amor solo manda mi corazón.
Y qué decirte... es tanto lo que te quiero y el amor que he puesto en ti, que el día que no estoy contigo, es día sin luz, no sale el sol para mí.
Y aunque en tu corazón hay lugar para mucha gente, guarda un pequeño rincón para mí, no importa si no es el mejor, con tal de estar contigo me vale con tu amor.
Viendo la lluvia caer, recordé el día en que nos conocimos, esperando en aquel lugar con un mágico atardecer, allí cumplimos nuestros deseos más íntimos.
Oyendo el viento pasar, evoqué aquellos fríos inviernos, aquellas noches en las que empezaron a cumplirse mis sueños.
Morir quisiera yo así, abrazado a tu cuerpo sin quererme despedir. Mi vida eres tú, la felicidad de mi despertar cuando te veo cerca de mí.
Me hiciste flotar en el aire, te di alas para que volases. Hazme lo que solo tú sabes, hazme sentirme libre cuan poeta en sus frases.
Estos celos son mi perdición, este alma en pena busca un refugio en tu corazón, este humilde poeta muere sin bendición, y en el epitafio del mausoleo está marcado: ¡Te quiero mi amor!
Ayer. Fue ayer cuando me di cuenta de que la carne es débil, de que me podías haber sido infiel con otro chico. Y, sí, lo reconozco, "te tendí una trampa" pero, en este caso, el fin justifica los medios. No me derrumbé cuando estaba pasando y mis lágrimas caían por mis mejillas como agua sin rumbo; me derrumbé cuando supe que no sabía qué era lo que sentías por mí.
Pensaba que dirías que no, podías haberte lucido, podías haberme ganado con unas simples palabras, pero en cambio pronunciaste un "tengo ganas de conocer a gente interesante". Y, ante mi asombro, con los nervios que no me dejaban ni siquiera respirar, te preguntaron si querías quedar y contestaste que "cuándo y dónde". No sabría describir lo que sentí en ese momento, quizá rabia, quizá mi vida se derrumbó, quizá mi vida quedó pisoteada cuan mala hierba.
Nunca pensé que me pasaría esto, que amaría a una persona que me hiciese sufrir como lo estoy haciendo en estos momentos. Y, aun así, Javi se traga su orgullo, porque es un gilipollas, pero no un gilipollas cualquiera, sino uno enamorado que sufre por una persona que no le dice TE QUIERO, quién sabe por qué. A tiempo estás de arreglar las cosas, reconozco mis errores, mis celos, mis fallos y mis defectos; los intento remediar porque yo si que te digo que te quiero porque lo siento, es hora de que sepas lo que quieres conmigo y de que tú también reconozcas los tuyos. Solo te diré que lo que tú me has dado no me lo ha dado nadie, que das sentido a aquello que no lo tiene, que sin ti no soy feliz, que está en tu mano arreglarlo y que, por mi parte, ya te he dicho todo con esto: TE QUIERO.
Fdo. un gilipollas enamorado. "No hay lágrimas que me ayuden a olvidar el recuerdo de nuestras miradas"