miércoles, 11 de mayo de 2011

No nací para ser feliz



No he tenido una infancia fácil, mis padres viajaban mucho y todavía me acuerdo cuando me quedaba abrazado a mi hermana enfrente de la ventana. Nos quedábamos mirando horas y horas como dos gatillos desvalidos y la decía a mi abuela: “¿cuándo vienen mis papás?” Ella me decía: “En unos días vendrán cariño...”
Así pasé mi infancia, me acuerdo cuando llegaban mis padres y me traían regalos pero dejaba todo eso, no me importaban, les abrazaba y me ponía a llorar. Era el niño más feliz del mundo cuando ellos estaban, cuando jugaban conmigo, cuando intentaban pasar tiempo con nosotros...

En mi adolescencia sufrí bullying, duró poco más de un año, fue un infierno. Pero supe que debería hacer algo y cambié de ser ese chico marginado a ir con mis propios acosadores, esa etapa en la que mis antiguos “amigos” decían que era el 'enrollado'. Mientras tanto estudiaba y empecé a desarrollar mi pasión por todas las artes, en especial la escritura.

Poco a poco fui sacando mis estudios, llegué a la universidad. Empecé a estudiar Periodismo en Valladolid. Lo dejé con mi pareja, por la distancia principalmente. Hice muchos amigos en esta ciudad, comencé a vivir solo, me independicé de todo y de todos. Quise rehacer mi vida.
En navidades conocí a una persona por una red social que físicamente no me atrajo mucho, pero vi su forma de bailar flamenco. Me impresionó, vi algo diferente, era una persona que quería conocer. Cada vez que hablábamos me gustaba más su personalidad, quería saber cómo era. Cuando volví a Valladolid, después de las vacaciones de navidades, tenía exámenes y el contacto fue más difícil. Nada más terminar la evaluación, en la última semana de enero, quedamos para conocernos y ver una película. Pero venía con otras intenciones, tiritaba del nerviosismo cada vez que me tocaba. Poco a poco fuimos quedando más y más, entonces se convirtió en una cotidianidad.

Llegó un 30 de marzo de 2010. Ahí empezó mi sueño, yo sentía que algo especial recorría mi interior. Preparé un pequeño juego en el que debías ir detrás de dos pistas y te regalé un anillo, igual al que tengo yo ahora mismo. Mi casa estaba preparada a conciencia, iluminada por las luces blancas de las velas. Al final del juego yo le esperaba, me traería el anillo solo si deseaba ser mi pareja. Me acuerdo que llegó con el anillo y me dio un beso que se me cayó una lagrimilla, yo le di un abrazo. No puedo definir con palabras ese momento tan mágico y especial.
Pasamos nuestro primer mes con nuestros más y nuestros menos, pero siempre contentos, al menos yo. Un mes después preparé una noche en uno de los mejores hoteles de Valladolid. Todo era jodidamente perfecto. Compré una docena de flores, hice una poesía, la cual saldrá en el programa de Ferias de San Victorino 2011. Deshojé pétalos de rosa sobre la cama, compré fresas y nata. Todo para que fuese perfecto. Y como siempre nuestra canción nos acompañaba, la cual era testigo de nuestros mejores momentos.
En esos momentos yo descubrí que mi vida eras tú, que no contemplaba un día sin verte o hablarte.

Y, como que no quiere la cosa, llegamos al presente. En un haz de sinceridad me dijiste que nuestra relación no tenía futuro, que no me querías, que aquellos 'Te quiero', aquellas caricias, aquellas palabras,... aquello no significaba nada. Todo era mentira.
Mi alma se derrumbó, todo se había descubierto ante mis ojos. Fuiste la primera persona que no me importó su físico, me dio igual la diferencia de edad, las discrepancias que nos separaban... Yo sí que te amaba, y lo hacía con una fuerza sobrenatural que nunca había sentido. No tengo miedo a repetirlo: ¡Te quería más que a mi vida joder! Eras la razón por la que me despertaba y la razón por la que era tan feliz.
Pero algo me olía mal, estaba claro, yo no había nacido para ser feliz. Lo que antes era luz ahora se volvió sombra, lo que antes era alegría ahora se volvieron sollozos, con lo que antes soñaba ahora tenía pesadillas. Todo cambió. En unos instantes.

Fue, probablemente, uno de los peores días de mi vida. Y lo que me queda...
La escritura me ayuda a tranquilizarme, a serenar mis atormentados sentimientos. Horas antes estuve contigo y fue maravilloso, ¿por qué cojones lo tuviste que estropear? No quiero acabar con este sueño maravilloso... Veo las fotos en las que salgo contigo y por las que ahora no dejo de llorar, los momentos que pasamos en mi cama enredándonos con besos y caricias y que ahora no me dejan descansar, la parada de la línea 8 en la que te marchabas a casa ahora no me deja respirar. ¡Dios, han sido tantos momentos...!
Y, aunque me duela, tendré que decir “Adiós”, porque tú no eres feliz conmigo, porque yo no lo soy sabiendo que no sientes nada por mí. Si estuviese en mi mano te iría a buscar al fin del mundo, pero ahora sé lo que es dejar a una persona a la que amas para que sea feliz con la persona que quiera.
Nunca me había costado escribir tanto unas palabras, quizás porque nunca he estado así. Nunca había muerto con este sufrimiento que me ahoga y con el que no paro de llorar.

domingo, 8 de mayo de 2011

Libre cuan poeta en sus frases



La Luna tiene tu cara,
me lo ha dicho tu mejor amiga: la locura,
la Luna se sienta a tu vera, me lo ha dicho un ser querido,
la Luna tiene tu rostro, por el que yo ando perdido.

Me prometiste las estrellas y me quedé en Marte,
me prometiste el sol y me ofreciste el cielo centelleante,
te prometí enamorarte y nunca me pediste amarte,
pues este amor es mi condena y tu cariño mi perdición,
pero en el amor... en el amor solo manda mi corazón.

Y qué decirte... es tanto lo que te quiero
y el amor que he puesto en ti,
que el día que no estoy contigo,
es día sin luz, no sale el sol para mí.

Y aunque en tu corazón hay lugar para mucha gente,
guarda un pequeño rincón para mí,
no importa si no es el mejor,
con tal de estar contigo me vale con tu amor.

Viendo la lluvia caer,
recordé el día en que nos conocimos,
esperando en aquel lugar con un mágico atardecer,
allí cumplimos nuestros deseos más íntimos.

Oyendo el viento pasar,
evoqué aquellos fríos inviernos,
aquellas noches en las que empezaron a cumplirse mis sueños.

Morir quisiera yo así,
abrazado a tu cuerpo sin quererme despedir.
Mi vida eres tú,
la felicidad de mi despertar cuando te veo cerca de mí.

Me hiciste flotar en el aire,
te di alas para que volases.
Hazme lo que solo tú sabes,
hazme sentirme libre cuan poeta en sus frases.

Estos celos son mi perdición,
este alma en pena busca un refugio en tu corazón,
este humilde poeta muere sin bendición,
y en el epitafio del mausoleo está marcado:
¡Te quiero mi amor!