jueves, 15 de marzo de 2012
Orgulloso de ser arevalense.
Un jueves vespertino cualquiera, en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid, de pronto un joven profesor que imparte una de sus clases magistrales de Periodismo sobre Documentación y Biblioteconomía te hace despertar del sueño profundo en el que te hayas inmerso. Habla de un tal Emilio Romero, de la localidad de Arévalo. Se me abren los ojos y enseguida, el aquí presente, se ve obligado a demostrar lo poco que sabe sobre este personaje. Antepongo que, orgullosamente, es mi paisano. El facultativo, en un haz de ironía, comentó: “Uf! Hace que no voy a Arévalo… ¡Por lo menos 7 meses! Habrá que hacer una visita dentro de poco. Buen cochinillo hay, sí señor. Qué suerte tiene usted de pertenecer a tan noble ciudad que ha visto crecer a tan viles caballeros”. Yo, con ganas de terminar la conversación que se gestaba en la clase, concluí: “Y qué poco lo valoramos nosotros… Solo una avenida y un busto de una aleación de cobre y estaño”. El catedrático añadió: “¡Qué gran verdad! Sigamos pues, no podremos cambiar nada”.
Emilio Romero fue un poeta, escritor y periodista que nació un día de verano de 1921 en la ilustre Plaza del Real de Arévalo. Estudió Magisterio y comenzó Derecho aunque no terminaría leyes porque decidió dedicarse al periodismo. Con apenas 23 años fue nombrado director del diario La Mañana, y dos años después de Información. Se casó con María Josefa Montalvo. Fruto de su amor nacieron 3 hijos, entre ellos la conocida periodista Mariví Romero, considerada primera crítica taurina de la historia.
Fue también columnista de As, Informaciones, Interviú, El Periódico de Catalunya y ABC. Dirigió la emisora local de Alicante y fue tertuliano de Radio Nacional y la Cope. En 1945 fue designado jefe de la Sección de Prensa Nacional del régimen franquista y unos meses más tarde asumió la jefatura de Orientación Política de la Prensa, desde la cual se censuraron numerosas publicaciones de la época. En la primavera de 1946 ingresó en la redacción del diario Pueblo como editorialista político, pocos años después pasaría a ocupar la dirección de este periódico, segundo diario de más tirada de los años 50. Pese a ser una publicación de propiedad del sindicato vertical, y a pesar de ser considero un periódico conservador, se introducían disimuladamente ideas contrarias al régimen. Este periódico formó a una generación de periodistas tales como José María Pérez, Arturo Pérez-Reverte, Jesús Hermida, José María Carrascal, Rosa Villacastin, Manuel Marlasca, Rosa Montero y Forges, entre otros. Desde las páginas de este diario patrocinó a tres generaciones de periodistas, a los que siempre defendió a capa y espada contra cualquier tipo de crítica por parte del poder, incluso contra ministros del régimen franquista; en contraprestación, pedía a los periodistas que fuesen todoterrenos.
Sus logros no lo fueron todo. Tenía una personalidad muy fuerte, un estilo muy definido. Emilio Romero se caracterizaba por su agilidad mental y su estilo de palabra ajustada, incisiva y mordaz. Amaba la polémica y fue respetado y a la vez odiado por la derecha e izquierda política a causa de su talante independiente.
La gran lacra que arrastró, y que sigue arrastrando tras su muerte, fue su vinculación con un régimen poderoso en sus primeros años y una disidencia de un poder derrotado en sus últimos coletazos.
Se ha especulado con que Emilio Romero pudiera haber sido uno de los autores intelectuales del intento de golpe de estado del 23F, ya que días antes del golpe publicó un artículo en ABC en el que criticaba duramente al también abulense, Adolfo Suárez, y defendía la necesidad de 'un golpe de timón' proponiendo al general Alfonso Armada como posible candidato a Presidente del Gobierno.
Hay una cosa que me inquieta, que me perturba de su personalidad. Hay una muestra de ingratitud que me hace ser grato con esta persona. Quizás me gustaría ser como él, o quizás le admire por su vocación periodística, pero lo cierto es que, en cierta forma, yo también soy Emilio Romero. A pesar de estar viviendo en una ciudad diferente, ansío los viajes a la ciudad que me vio nacer. A pesar de los tiempos en los que vivimos, siempre luchamos, no tanto por nuestros intereses, sino por el bien de los que nos rodean.
Le admiro, por ser un maestro del periodismo, un grande de la literatura de los 80 y, lo más importante, por ser uno de mis paisanos que sigue mirando con cabeza altiva en la Plaza del Real orgulloso de seguir estando en su ciudad.
Emilio Romero sigue vivo, en sus historias, en sus libros, en sus artículos,… en Arévalo.
A la pregunta que le hizo un periodista: “¿Qué le ata a Arévalo?”, Emilio miró al frente con anhelo y dijo: “Mi nacimiento, la gratitud de mis paisanos y el orgullo de mi Arévalo amado”.
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