Aletea frágil y tímida la triste gaviota,
Que sin saberlo vive del mar
Y en su corazón palpita una historia,
Que ya no quiere contar.
En las noches de soledad y heladas madrugadas,
Hace un pacto con la Luna para que la proteja,
Y en su lado más tierno se alía con las demás gaviotas
Para contar el odio que tiene a alguien que antes la corteja.
Al salir las lágrimas resguardadas, le hielan la cara,
Mas ella piensa que no muere de pena,
Que lo que ella siente el aire lo para,
Que ese dolor se olvida con otra persona ajena.
¿Dónde vas, triste gaviota, sin curar las heridas de tu corazón?
A buscar un nuevo lugar, donde encontrar un amor eterno.
Y allí se va, sin despedirse, para buscar una nueva misión,
Para encontrar un calor en aquel triste final de invierno.
Pasan los días, pasan las horas, volando sobre el mar,
Y al encontrar la costa no quiere parar,
Porque su camino no ha terminado,
Todavía no ha encontrado el lugar donde empezar,
Porque sabe que aún la pueden encontrar,
Está demasiado cerca de su pasado
Del que la hizo callar al principio con un beso,
Y con un golpe al final.
Llorando la triste gaviota,
Buscando un principio por el que volver a soñar,
Utilizando las fuerzas de un mismo nombre.
El nombre de la voluntad para decir: NUNCA MÁS.
Dedicado a esas “tristes gaviotas” que han sentido miedo alguna vez y deben volver a aletear otra vez sus alas para soñar y que no la vuelvan a agredir con la palabra o la mano de aquel que no sabe hablar.
Javier ANDRÉS GARCÍA